The “Beethoven Year” (1927): The Madrid Philharmonic Orchestra and Bartolomé Pérez Casas
Main Article Content
Abstract
The celebration of the “Beethoven Year” in Madrid in 1927 ended up with a series of celebrations of all kinds that extended throughout that emblematic year to honour the German composer. This resulted in the public performance of numerous concerts by the main orchestral and choral groups of Madrid: among them, it is worth mentioning the Philharmonic Orchestra of Madrid, founded in 1915 by Bartolomé Pérez Casas. This article is focused on the limited participation of this conductor and his orchestra in the commemorative events of the mentioned “Beethoven Year”, reaching its climax at the beginning of November 1927 with the inaugural concert of the new season, formed exclusively by works of the composer from Bonn, although the activity of the Philharmonic Orchestra was far from the dedication of the Symphonic Orchestra, which programmed two Beethovenian cycles that year.
Article Details
Los autores de los artículos mantienen el copyright, no recibirán ninguna contraprestación económica por el trabajo y el mismo siempre será reconocido como exclusivamente suyo. La revista se compromete a proteger la integridad y originalidad del artículo, así como los derechos de autor que correspondan. Los autores son los únicos responsables del material, textos e imágenes que utilizan en sus respectivos trabajos, debiendo respetar siempre los derechos de autor de terceras personas, por lo que la revista no se hace responsable de lo contenido en este tema respecto al trabajo de los autores.
References
Sobre la actividad de la Orquesta Sinfónica de Madrid durante el “Año Beethoven”, consúltese Capdepón, 2020.
Esta Orquesta fue denominada así por el nombre de su fundador, Rafael Benedito, director y fundador asimismo de la Masa Coral de Madrid. Véase Martínez del Freno, 1999.
La Orquesta Polifónica estaba compuesta por miembros de las otras tres principales orquestas madrileñas (Sinfónica, Filarmónica y Lassalle) con el fin de interpretar música religiosa bajo la dirección del padre Luis Iruarrizaga (1891-1928). Sobre este director consúltense Alday, 1987, 1991 y 2018; Martínez, 2000.
De la Orquesta Hispana de Conciertos, apenas existe información documental, salvo que era dirigida por un tal “maestro Arias”. Véase Anónimo, “Velada literario-musical para un Templo”. ABC, 25.02.1927, pp. 19-20.
Puede afirmarse que, una vez clausuradas las actividades musicales del Teatro Lírico o Gran Teatro en 1920 y del Teatro Real en 1925, el papel de ambos teatros fue asumido por el Teatro de la Zarzuela.
Sobre el asociacionismo musical véanse Cortizo & Sobrino, 2001, 2002; López-Calo, 2001; Queipo & Palacios, 2019.
Cfr. GARCÍA LABORDA, 2011, 2020.
Cfr. Casares, 1982, 1984, 1987a, 1987b y 1992; García Laborda & Ruiz, 2009; Capdepón, 2018b; Parralejo, 2019.
Véanse Sánchez 1997 y 2000; Prieto, 2001a, 2011b, 2001c, 2004, 2016a, 2016b y 2018.
Consúltense Valor 1988; Casares, 1999c; Rodríguez, 1999; Blay 2018; Ferreiro, 2018.
La emisora Unión Radio desempeñó un papel de primer orden en la popularización de la música clásica en España. Véanse al respecto Arce, 2005 y Afuera, 2019.
Acerca de la Orquesta Filarmónica de Madrid, véanse Sagardía, 1951; Ballesteros, 2008, 2010 y 2012; Cuadrado, 2006, 208 y 2010.
Sobre la figura de Bartolomé Pérez Casas, consúltense Subirá, 2017; Fernández de Latorre, 1999; Iglesias, 2001; AA. VV., 2003; Cuadrado, 2006. Mena, 2018.
Previamente había sido requinto del Regimiento de Infantería de Marina en Cartagena, así como director del Regimiento de Infantería de España, también en la ciudad murciana. Además, en 1911 fue nombrado Catedrático de Armonía del Conservatorio de Madrid, puesto que ejerció hasta su jubilación, siendo autor, junto con Benito García de la Parra y Conrado del Campo, de un Tratado de armonía. En junio de 1925 fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Finalizada la Guerra Civil, fue nombrado primer director de la nueva Orquesta Nacional de España y Comisario General de la Música.
En torno a la Orquesta Sinfónica de Madrid, véanse Barroso, 1930; Gómez Amat & Turina, 1994; Sobrino, 2004.
Desde la fundación de ABC en 1902, no hay acto musical en Madrid que no haya sido recogido o comentado por Ángel María Castell como principal crítico musical del periódico: feroz antivanguardista y detractor de las músicas urbanas populares, como el jazz, fue un férreo defensor de la música de Wagner y de Beethoven. En torno a la personalidad de Castell véase Casares, 1999a. En referencia a las polémicas entre Salazar y Castell, consúltense Casares, 1992 y Parralejo, 2019. Para profundizar en el pensamiento musical y estético de Castell así como en su concepción del cronista y del crítico, es esencial la lectura de Castell, 1928. Una panorámica general de la crítica musical de esta época puede consultarse en Casares, 1999b.
“Concluye el año. No concluyen los conciertos de la excelente Orquesta de Pérez Casas. Falta, por lo menos, uno: el último de la primera serie, conforme a lo anunciado. Pero… Bueno será esperar a que las borrascas de estos días se disipen, y no son precisamente las de nieve a las que aludimos. Después, serenos los ánimos y despejados los horizontes, se impondrán la reflexión y la devoción a las bellas artes; la música, la primera, por ser la última en disfrutar amparos oficiales. La reunión de anteayer tuvo mucho y entonado auditorio, que aplaudió con entusiasmo el trabajo impecable de la Orquesta, interpretando a Beethoven, Borodin y Ravel, en la primera parte; a Schumann, en la segunda, y a Wagner, Rimsky Korsakoff y Granados, en la última. No era novedad, porque la misma Orquesta, dirigida por el ilustre Pérez Casas, ejecutó en la Sociedad Filarmónica hace siete años; no era novedad, y, sin embargo, a novedad supo la Segunda Sinfonía de Schumann, conocido como compositor pianístico y “liederista”, más que como sinfonista. Ahora, que Schumann, genial, no puede dejar de serlo en ninguno de los aspectos de su producción, y no había de dejar de serlo en esta Sinfonía, de la que, por lo menos, el “Adagio” y el “Allegro”, por su estructura y la riqueza melódica, recuerdan el procedimiento de Beethoven, en la exposición y desarrollo de la idea. Gustó la página y su inclusión en el programa constituyó un acierto; porque, como expresamos al principio, en lo viejo hay mucho que sabe a nuevo y no todo el patrimonio sinfónico ha de encerrarse en cuatro sinfonías de Beethoven, una de Dvorak, otra de César Franck y otras, en fin, de Chaikowski”. A.M.C., “Los conciertos de la Orquesta Filarmónica”, ABC, 02.01.1927, p. 37.
El Círculo de Bellas Artes fue fundado en Madrid en 1880 por un grupo de pintores y escultores y desde 1895 contó asimismo con una sección de música, la cual organizó temporadas de conciertos sinfónicos bajo la denominación de “conciertos populares” (término utilizado también Enrique Fernández Arbós años después para designar los conciertos matinales de los domingos en el Monumental Cinema) en el Teatro-Circo Price de Madrid: tales “conciertos populares” serían protagonizado a partir de 1915 por la Orquesta Filarmónica de Pérez Casas. Citado en Cortizo & Sobrino, 2002 “Sociedades”, op. cit., p. 1071; véanse también Temes, 2000 y 2001; Martínez del Fresno, 2011.
A.M.C., “Los conciertos de la Orquesta Filarmónica”, ABC, 08.01.1927, p. 28.
Nacido en Madrid en 1863, se formó musicalmente en los conservatorios de Madrid (donde fue alumno de Jesús de Monasterio) y de Bruselas. Posteriormente estudia con Joachim en Berlín. A su regreso a España y todavía en calidad de solista de violín, se presentó en Madrid con la Orquesta de la Sociedad de Conciertos, que a la sazón dirigía Tomás Bretón. Interpretó los conciertos de Mendelssohn y Wienawski, colaboró con Albéniz y ofreció una serie de conciertos que lo convirtieron en uno de los destacados protagonistas del mundillo musical madrileño. Al acrecentarse su fama recibió la oferta del puesto de concertino en la Orquesta de Boston, pero su vocación de director había comenzado a forjarse ya en 1904, con motivo de los conciertos del Gran Casino de San Sebastián, y cuajó plenamente en lo que fue su gran obra: la Orquesta Sinfónica de Madrid. En 1924 fue admitido en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Citado en Capdepón, 2018; consúltense además Espinós, 1942; Franco, 1990 y 1999; Temes 2005; Baeza, 2016; García Alcantarilla, 2016.
Efectivamente, a instancias del periódico El Sol, se ha programado un primer ciclo conmemorativo de tres conciertos que incluyeron obras orquestales de Beethoven, entre ellas, dos sinfonías. Cfr. Adolfo Salazar, “El Sol conmemorará el centenario de la muerte de Beethoven”, El Sol, 28.01.1927, p. 9.
Sobre este compositor véanse Virgili, 1985, 1987 y 2002; Martínez Díaz, 2013, 2017a y 2017b; Rodríguez Fernández, 2017; Capdepón, 2018c.
Anónimo, “Orquesta Filarmónica”, El Sol, 02.02.1927, p. 4.
“Ayer comenzó la segunda serie de los organizados por esta Corporación y patrocinados por el Círculo de Bellas Artes, cuyo magnífico salón de espectáculos es, como en la serie anterior, el centro de estas fiestas artísticas. Como novedad del programa figuraron en la tercera parte un fragmento de La espigadora, la ópera de Facundo de la Viña, estrenada recientemente en el Liceo, de Barcelona, por haber obtenido el primer premio del concurso abierto por la Sociedad propietaria de aquel teatro. El éxito de la obra fue sancionado por el aplauso unánime, y la alabanza, también sin discrepancias, de la crítica barcelonesa. El asunto de “La espigadora” es la historia de abnegación y sacrificio de la joven de vida errante, que, con otros seres de igual modesta condición, va recogiendo en, los campos de sembradío las espigas de la mies en el acarreo de las gavillas. Por espíritu embrujado la tiene la ignorancia del pueblo. La dispensa noble protección y generosa hospitalidad un caritativo campesino de más edad que ella, viudo y padre de unos hijos que participan de los insanos prejuicios contra la infeliz muchacha, y cuando el buen aldeano anuncia su propósito de casarse con la honrada vagabunda, convencido de la pureza de sus sentimientos, los propios hijos se prestan a ayudar al pueblo en la homicida obra de acabar con la embrujada. Pero ella comprende que no podrá hacer feliz a su generoso protector, apartándole del cariño y el respeto de su familia; y al paso de otro grupo nómada de espigadores se incorpora a ellos para emprender de nuevo, con cristiana resignación, la triste vida que la impone la adversidad. Cuantos conocen la alteza de miras artísticas con que Facundo de la Viña hace su música, la limpidez de sus pensamientos y la honrada técnica de que se vale, comprenderán que el público barcelonés, como el madrileño, hayan apreciado en la música de “La espigadora” la sinceridad con que se ha buscado el contraste entre el ambiente apacible del campo y las turbulencias de los fanáticos odios populares entre los doloridos acentos del infortunio y las férvidas iracundias de la ignorancia amotinada. Forman el ambiente esencias que ¡a ti usa popular; esparció en forma de cantos, aires y ritmos por indeterminadas llanuras castellanas y constituyen la acción lírico-dramática frases de exquisita melodía, que la sensibilidad del músico enriquece con sobria, pero luminosa instrumentación. El fragmento que ayer ejecutó la Orquesta Filarmónica es una escena de ronda, principio, del acto tercero, en la que los mozos cantan ante la casa de los novios, y las mozas entonan canción de Boda interiormente. Resulta cuadro de llano colorido y carácter castellano, que se oyó con atención, y agrado, acabando el auditorio por tributar una ovación al maestro De la Viña, que ocupaba una localidad en la sala. El programa, además de la obra mencionada, se compuso del Septimino, de Beethoven, que obtuvo una interpretación cincelada; las Variaciones sinfónicas de Don Quijote, de Strauss, con el excelente cellista Ruiz Casaux como solista, que también alcanzó interpretación magistral, aplaudida, por cierto, con entusiasmo por el maestro Szenkar, y los artistas alemanes de la Zarzuela, que asistieron a la fiesta, y los fragmentos sinfónicos de Redención, de César Franck. La concurrencia fue numerosa y distinguida. De la Real Familia asistieron la Reina, doña María Cristina, la infanta doña Isabel y la duquesa de Talavera. Y ¡qué bien!, la monumental casa no fue ayer la casa de los ruidos”. A.M.C., “Los conciertos de la Orquesta Filarmónica”, ABC, 05.02.1927, pp. 118.
B., “Información musical. La Orquesta Filarmónica”, La Voz, 05.02.1927, p. 3.
Adolfo Salazar, “Film de la vida de Beethoven”, El Sol, 05.02.1927, p. 8. Adolfo Salazar, [errores en el artículo anterior], El Sol, 08.02.1927, p. 2. Adolfo Salazar, “Beethoven: el artista y la época”, El Sol, 26.02.1927, p. 8. Adolfo Salazar, “Beethoven: la fuerza; la obra”, El Sol, 05.03.1927, p. 8. Adolfo Salazar, “Beethoven: sinfonía y drama”, El Sol, 12.03.1927, p. 10. Adolfo Salazar, “Beethoven: la música de cámara. Hacia el futuro”, El Sol, 26.03.1927, p. 4. Cfr. García Laborda & Ruiz Vicente, 2009; Parralejo, 2019.
Anónimo, “Conciertos. Eugen Szenkar dirigirá hoy la Orquesta Filarmónica”, El Sol, 22.02.1927, p. 4.
Sobre Eugen Szenkar (1891-1977), consúltese su autobriografía (Szenkar, 2014) y Bauchhenß, 2016.
“A la espontánea y noble iniciativa del insigne maestro húngaro, que ha dirigido las audiciones wagnerianas de la temporada de ópera en la Zarzuela, debemos los aficionados el acontecimiento musical de ayer, y la Asociación Matritense de Caridad, el ingreso que haya rendido la fiesta en el palacio del Círculo de Bellas Artes. No es la vez primera que la magnífica Orquesta, creada y dirigida por el maestro Pérez Casas, actúa bajo la batuta de grandes prestigios extranjeros. Los últimos fueron Ravel y Stravinski. Ahora ha sido Szenkar el que se ha puesto en el sitial de director, y es Szenkar el que proclama con efusivas frases su admiración por la Orquesta, de tan valiosa disciplina artística, de tan imponderable valer. El muy selecto auditorio, en el que figuraban la Reina doña María Cristina y la duquesa de Talavera, aplaudió entusiásticamente al joven maestro de Budapest, que, confiado y consciente del mérito de los músicos que dirige, deja la batuta, sobra el atril en algunos pasajes, y que en ingenuo arranque de delicadeza no se vuelve a recibir las palmadas del público, sin que antes se pongan en pie los profesores, para compartir con ellos el homenaje como compartió el trabajo. Dirigió, con la sobriedad que pide la diáfana música de Haydn, una de las muchísimas sinfonías del gran compositor; con dominio absoluto de la majestad de Beethoven, la obertura Eleonora, número 3, dando a Chaikovski todo el colorido y grandeza de sonoridad que el compositor ruso llevó a su Sinfonía patética; matizó las bellezas del poema Don Juan, de Strauss y como colofón vaporoso del magno programa, dirigió la obertura de una de las operetas de Juan Strauss, El murciélago, deslumbrador alarde de la elegancia y graciosa voluptuosidad que palpitan en los valses vieneses y “galops” de los Strauss, estirpe de músicos que hicieron labor intensa de música frívola, pero siempre inspirada y de suprema distinción. El preludio de El murciélago es eso: un vals y un “galop”, ingeniosamente enlazados, plenos de lozanía y aroma, nuevos, dentro de su vejez, porque la inspiración no envejece. El insigne Eugenio Szenkar, que fue obsequiado por el Círculo de Bellas Artes con un valioso presente, fue también, según decimos, frenéticamente aplaudido por la concurrencia. Puede estar satisfecho de su labor, como agradecido le estará Madrid por su benéfica iniciativa”. A.M.C., “La Orquesta Filarmónica dirigida por Szenkar en Bellas Artes”, ABC, 23.02.1927, pp. 34-35.
“Mi distinguido amigo: en su amable carta me pregunta ¿Qué cree usted que debe hacerse en Madrid para celebrar el centenario de Beethoven? Además de las audiciones de obras del inmortal maestro, creo que una de las empresas más útiles sería la traducción de algunas de las más importantes obras que acerca de Beethoven se han publicado, o encargar aquí mismo, estudios especiales sobre la vida y las obras de Beethoven. Como la literatura de esta índole que poseemos no es abundante, me parece el actual momento a propósito para realizar dicha empresa. Con este motivo tiene el gusto de reiterarse suyo afectísimo, s. s. q. e. s. m., Bartolomé Pérez Casas”. B., “¿Qué debe hacerse en Madrid para celebrar el centenario de Beethoven?”, Heraldo de Madrid, 22.02.1927, p. 4.
Sobre Felix Weingartner, uno de los primeros directores en llevar al disco algunas sinfonías de Beethoven, Mozart y Brahms entre 1910y 1925, véanse Krakauer, 1981; Chrichton, 2001.
A.M.C.: “El centenario de la muerte de Beethoven. En la Sociedad Filarmónica”, ABC, 27.03.1927, p. 41. Asimismo, El Sol se refiere brevemente a este concierto aludiendo asimismo a la extraordinaria dificultad interpretativa de la adaptación de Weingartner: “Dos conciertos, ambos muy interesantes, se celebraron en Madrid para conmemorar el primer centenario de la muerte de Beethoven. Uno de ellos fue organizado por la Sociedad Filarmónica, con el concurro de la Orquesta del mismo nombre, dirigida por el maestro Pérez Casas. El programa contenía el Septimino, la Primera sinfonía y una trascripción para orquesta hecha por Félix Weingartner de la Sonata en si bemol (op. 106), cuya primera audición en Berlín ha dado mucho que hablar. La trascripción, da una dificultad extraordinaria, tiene, por lo menos, un interés grande, y cuando el maestro Pérez Casas la lleve al gran público no dejará de producir la sensación que hoy despiertan las Sinfonías beethovenianas”. Anónimo: “Actos conmemorativos: el centenario de Beethoven en Madrid”, El Sol, 28.03.1927, p. 8.
Juan del Brezo, “Conciertos para conmemorar el día del centenario de la muerte de Beethoven”, La Voz, 28.03.1927, p. 2.
La Asociación de Cultura Musical fue fundada en Madrid en marzo de 1922 por Ernesto Quesada, empresario de conciertos y propietario de la Sociedad Musical Daniel. El aspecto fundamental que la diferenciaba de otras asociaciones o sociedades musicales madrileñas consistía en que creó más de 50 delegaciones por toda la geografía española. Su objetivo principal era la organización de conciertos para sus asociados tanto en Madrid como en provincias, para lo cual se contrataban intérpretes y agrupaciones, tanto nacionales como extranjeros. Citado en López Marinas, 2009.
“Llega a las postrimerías de su temporada esta Corporación con una solemnidad anunciada como acontecimiento; han sido varios los ofrecidos a sus afiliados desde octubre, el último de ellos la inolvidable actuación del gran violinista Kreisler. En esta sesión también ha tirado la Comedia por la ventana; la Comedia rebosante de oyentes atraídos por el programa: Orquesta Filarmónica, dirigida por el maestro Vladimiro Shavitch, uno de los directores de mayores prestigios en los Estados Unidos, según se dice, y el violinista Jorge Enesco, de nacionalidad rumana, de máxima reputación en el arte de Paganini. Ambos artistas fueron cortésmente aplaudidos. Jorge Enesco ejecutó muy bien el Concierto en mi bemol, de Mozart; pero tuvo la desgracia de que se le insubordinase la clavija del violín, lo que producía, como es natural, la desentonación de una de las cuerdas. Resolvió el conflicto tomando el violín del concertino Sr. Martínez. El director Shavitch dirigió en la primera parte el poema sinfónico de Strauss, Don Juan, el que el propio Strauss dirigió en el Real al frente de la Sinfónica hace tres años, y la verdad que ayer no podía menos de recordarse aquella audición, la Quinta Sinfonía, de Beethoven, de la que la Orquesta Filarmónica ha sido siempre, excepcional intérprete; la obertura de Tannhäuser y una página nueva de Fabini, compositor uruguayo, que gustó, y Fiestas, de Debussy. Lo extenso del programa y la lentitud con que fueron ejecutados algunos de sus números llevaron fatiga al ánimo de muchos concurrentes. La Orquesta Filarmónica, cómo siempre, muy bien Para ella fueron les aplausos más efusivos; y el buen entendedor debe bastarle este dato”. A.M.C., “En la Asociación de Cultura Musical”, ABC, 19.05.1927, p. 39.
B., “Vladimir Shavitch y George Enesco en la A. de C. M.”, La Voz, 19.05.1927, p. 3.
Sobre la vida y trayectoria de Andrada véanse Gómez, 1949 y Casares, 1999.
A. Andrada, “Asociación de Cultura Musical”, El Liberal, 22.05.1927, p. 3.
“En muy pocos días se han concretado las noticias relativas a la temporada actual de conciertos, y vamos a informar, lo más brevemente posible, a nuestros lectores. La Orquesta Filarmónica, siempre bajo la entusiasta e inteligente dirección de Pérez Casas, y también bajo el patronazgo del Círculo de Bellas Artes, ha encontrado al fin acomodo en el Teatro de la Zarzuela, donde, como es sabido, se han refugiado también la Orquesta Sinfónica y la Asociación de Cultura Musical. Hace pocos días ofreció el Círculo de Bellas Artes un agasajo a críticos y aficionados distinguidos, para darles a conocer el programa de la serie de conciertos de hogaño. Serán en dos series: la primera de ocho sesiones, en los viernes 4, 8, 11, 18 y 25 de noviembre; viernes 2 y 9, jueves 22 y viernes 30 de diciembre, a las cinco de la tarde. La lista de obras nuevas, absoluta y relativamente, es muy copiosa y muy interesante: Beethoven, Schubert, Schumann, Corelli, Haendel, Ducasse, Debussy, Fauré, Ravel, Llorent Schmitt, Respighi, Honegger, Malipiero, Prokofieff... Y entre los españoles, Guridi, Granados, Esplá, Turina, Halffer, Conrado del Campo y algunos más. Como se ve, no hay escuela que no tenga en esa lista una representación, y la modernidad, teniendo ahí un hueco, no viene con pretensiones dominantes. El programa es muy atractivo y puede augurársele un gran éxito de curiosidad. Los méritos do la Filarmónica y de su director traerán lo demás. Manuel Brunet, el inteligente secretario de la Comisión de Conciertos, es garantía, por otra parte, de perfecta organización”. V. E., “Lluvia de semicorcheas”, La Época, 27.10.1927, p. 4.
“Mañana viernes, a las cinco de la tarde, y en el teatro de la Zarzuela, celebrará su primer concierto de la temporada, bajo el patronato del Círculo, la Orquesta Filarmónica, dirigida por el ilustre maestro Pérez Casas. El programa, consagrado a Beethoven, es el siguiente: Primera parte: Coriolano (obertura). Rondino en mi bemol, para instrumentos de viento, Romanza en fa, para violín y orquesta, Egmont (obertura). Segunda parte. XXIX Sonata en si bemol mayor, op. 106; transcripta para orquesta por F. Weingartner (cuatro tiempos, primera vez). Tercera parte. Séptima sinfonía en la (cuatro tiempos)”. Anónimo, “Los conciertos de Bellas Artes”, ABC, 03.11.1927, p. 34.
“Porque todavía estamos en el año del centenario de Beethoven y porque es inmejorable la advocación del divino sordo para iniciar una temporada, el maestro Pérez Casas preparó un concierto todo Beethoven, como primero de la serie que su admirable Orquesta ofrece a Madrid en el teatro de la Zarzuela, y como hasta aquí, con el patrocinio altruista del Círculo de Bellas Artes. Y de ese programa ha sido nota culminante la versión orquestal hecha por Weingartner de la Sonata en si bemol mayor, op. 106, que en Madrid sólo conocían los afiliados de la Sociedad Filarmónica por haberla oído en la tarde del día 26 de marzo último, fecha en que se cumplían los cien años del natalicia del genio de Bonn. Esta “Sonata”, según es sabido, fue compuesta por Beethoven cuando llevaba un período relativamente largo sin producir, circunstancia que aprovecharon sus detractores para suponerla en irremediable decadencia y agotamiento, cuando lo que le ocurría era que se acumulaban sobre él más que nunca las contrariedades y preocupaciones: había muerto su hermano Carlos, encomendándole la tutela de un hijo, tutela que costó al excelso maestro pleitos y disgustos, el mayor de todos la mala conducta del huérfano; sentía, en fin, quebrantada su salud y agotados sus recursos económicos. El mentís más solemne a los que hablaban de su ocaso fueron, entre otras producciones, esa gran Sonata y la Novena sinfonía; y la Sonata, que refleja el estado de espíritu del autor, sus luchas y sus instantes de desesperación, sin faltar a las reglas clásicas hasta que en el último tiempo emplea la fuga, en la que Berlioz creyó ver algo de evocación infernal, acumuló como forma de mayor fuerza expresiva dificultades técnicas, que llevó a sus primeros intérpretes a llamarla “Sonata gigante”. Gigante, por esas dificultades; pero también por los geniales rasgos de belleza que en ella palpitan. Este fue el número culminante del concierto de ayer, y no por ser superior ni inferior a las restantes, Séptima sinfonía, oberturas de Coriolano y Egmont; Rondino en mi bemol para instrumentos de viento, y Romanza en fa para violín, que alcanzaron excelente interpretación. De la Romanza fue solista el notable concertino Sr. Martínez. La Sonata, en su versión orquestal era nueva para la mayor parte del auditorio: representa un trabajo formidable de Weingartner, reputado como mejor intérprete de la producción de Beethoven, y Pérez Casas, encariñado con la obra y entusiasmados los profesores de la Orquesta, pusieron toda su alma en la ejecución, a fin de destacar la belleza de pensamientos y la majestad de la expresión y de los contrastes. Bien, muy bien de público estuvo la sala; pudo estarlo mejor, y lo estará en cuanto el tiempo no sea una tentación para pasear y cunda la noticia de que, lejos de servir de desaliento las pasadas contrariedades, han sido estímulo para que la orquesta toque mejor que nunca, si cabe, y para acometer el trabajo que supone esa Sonata 29, que su autor consideraba difícil para pianistas. Por algo no dio forma sinfónica a las ideas que llevó a ella y que Weingartner ha orquestado, no por enmendar la plana a Beethoven, sino en son de tributo de admiración y respeto. Fueron más efusivos los aplausos para las otras páginas; pero eso no merma el mérito de Weingartner ni el de Pérez Casas en su noble afán de dar a conocer a Madrid obra tan importante”. A.M.C., “Conciertos de la Orquesta Filarmónica”, ABC, 05.11.1927, p. 39.
“La Orquesta Filarmónica ha inaugurado las series anuales organizadas por el Círculo de Bellas Artes con un concierto dedicado a Beethoven, el cual, por razón de la suspensión gubernativa de los espectáculos públicos en la sala del nuevo Círculo, tuvo que ser aplazado. Esas dos oberturas gemelas, que son el Coriolano y el Egmont; dos trozos para solistas (el Rondino, para instrumentos de viento, y la Romanza en fa, que dijo de un modo sobrio y distinguido el “concertino”, Sr. Martínez), y la Sinfonía en la, fueron los trozos elegidos. A ellos se unía una novedad (que no lo era para los asociados de la Sociedad Filarmónica), consistente en la orquestación que Félix Weingartner, el famoso director alemán, famoso beethoveniano además, ha hecho de la Sonata en si bemol mayor op. 106, vigésima novena en la admirable serie de estas obras para piano. El maestro Pérez Casas y los organizadores de estos conciertos habrán quedado satisfechos de la acogida que el público dispensó a los artistas; testimonio elocuente por varios sentidos: uno, porque el público sinfónico ha dado señalas de vida, mostrando que se ha percatado de la labor de preparación que trae la orquesta a estos conciertos; otro, porque, aunque no sea agradable decirlo, parece que la concurrencia está satisfecha del cambio de local, al que acude en mayor abundancia y con mejor disposición de ánimo. La labor del maestro Pérez Casas y sus músicos fue la de sus mejores días, y, sobre todo, en el “Adagio sostenuto” de la Sonata XXIX, realizaron verdaderos primores. La dificultad material de esta orquestación de Weingartner es, por otra parte, muy grande en todos sus trozos; pero la interpretación fue de una flexibilidad dinámica y de articulación en todo punto perfecta. Vaya esto por anticipado, para que no se mezclen, en lo que se refiere a la ejecución, las reservas que, por otras razones, nos inspira este “tour de forcé” del gran director alemán. “Tour de forcé”, empeño heroico, que tiene su premio en haber vencido dificultades notorias, pero que no trasciende más allá. Désele un premio a Weingartner; alábasele por lo menos, por no haber caído en las herejías de los trascriptores al uso y abuso, y, oigamos en el plano la soberbia sonata beethoveniana.
Se conoce su historia: Beethoven, que parecía haber perdido el estímulo para escribir más sonatas, agotados todos los recursos del piano de su época, sintió revivir su vena al serle regalado el tercer “grand piano” de su vida, el construido por el famoso factor Broadwood, de Londres. Su sistema tricorde, su potencia sonora, la capacidad del claroscuro y, sobre todo, la poderosa sonoridad de los graves, entusiasmaron al pobre sordo, que, en aquella máquina, entonces gigantesca, volvía a oírse y con ello a poder ensimismarse en sus profundas improvisaciones. Un plano gigante necesitaba obras del mismo tipo: entre la Octava y la Novena sinfonías, Beethoven sólo compone música para piano: las cuatro últimas sonatas y las treinta y tres Variaciones sobre un tema de Diabelli. Son el último esfuerzo de su tremenda fuerza creadora, en el dominio del teclado. Son, además, el terreno de transición, en el cual la recia estructura de sus ideas sinfónicas comienza a relajarse y a disolverse en un misticismo, del que son testimonio la Sinfonía con coros y los cinco últimos cuartetos.
En rigor, la capacidad de Beethoven para la construcción monumental, su lucha tradicional entre el esfuerzo creador y la resistencia de la materia, el conflicto titánico entre la Voluntad y el Destino, que es tema constante en Beethoven, alcanzan en la Sonata en si bemol una última manifestación triunfante dentro de la férrea coherencia, de la potente lógica beethoveniana. En cierto modo, esa Sonata es la última que realiza ese punto máximo en la perfección, del mismo modo que la Sinfonía en la, dentro de la serie de las Sinfonías. Ya el “Adagio sostenuto” está cerca de la divina marea del de la Novena sinfonía, nubes inaprehensibles, en las que ideas, forma y sentimiento se disuelven en una mezcla imponderable. Mas, la cualidad netamente “pianística” de esa Sonata no desaparece ni un instante, y en el “Allegro” inicial y en el “Scherzo” están sentadas las bases del pianismo romántico, Esta Sonata gigante es, ante todo, una obra específicamente pianística; es decir, pensada, sugerida y realizada por y para el teclado. Sus ideas, la estructuración de sus temas, la manera de estar dispuestos sus contrastes, provienen directamente del instrumento para el que de retorno van a ir a parar aquellas armonías cuya disposición depende, precisamente, de las condiciones del instrumento, por no hablar de la escritura naturalmente hecha para la mano que ha de actuar sobre el teclado y lo más lejos posible de la que se dirige a un medio tan radicalmente distinto como es la orquesta.
El problema que Weingartner plantea con su orquestación es sencillo: 1.° Esta Sonata ¿qué puesto ocupa entre las sonatas? 2.º Si hubiese sido una Sinfonía, ¿qué puesto hubiese ocupado entra las Sinfonías? La respuesta parece evidente: es la más grande de las Sonatas y la más débil de las Sinfonías. Precario favor para Beethoven, el del Kapellmeister Weingartner. De un máximo hace un mínimo, y esto, merced a un “tour de forcé”. (Samaniego tenía razón: “porque si causa perjuicio en lugar de utilidad”. etc.) Es fácil de comprender lo que en el piano de 1818 constituía una ambición heroica, la orquesta de la misma época lo realizaba perfectamente. Escribir esa Sonata era un colmo; pero haber escrito esa misma música para orquesta hubiera sido un esfuerzo poco beethoveniano que Beethoven no pudo pensar en ello. Así, todo lo que es grande en el original, resulta mezquino en la orquestación de Weingartner. El corte tan atrevido y nuevo de los temas del “Allegro” y del “Scherzo”, deja de tener ese atractivo en su orquesta, terreno en el cual Beethoven había hecho ya experiencias infinitamente superiores, por ejemplo, en la “Sinfonía en do menor”, sin ir más lejos. Y esos temas, que en el piano tienen un sesgo profundamente moderno y que el romanticismo (Schunann, sobre todo) va a aprovechar en la orquesta no tienen porqué guardar ese aspecto puesto que en su propio lenguaje orquestal la orquesta de Beethoven había sobrepasado ya esos límites, impuestos por las condiciones materiales del instrumento. La calidad de las ideas estructuradas para la percusión pugna con el arrastre típico de la prosodia orquestal; por eso, las melodías cantantes del “Adagio sostenuto” resisten mejor la orquestación, aunque se resientan enseguida por un estilo de armonización que, propio del piano, resulta mediocre en la orquesta. La fuga final, particularmente, en un caso flagrante, pues mientras que en el piano parece exigir la demolición del instrumento y su grandeza, tiene algo de catastrófico, en la orquesta es de una naturalidad cotidiana y de una “facilidad” casi insignificante. Algunos divertimentos de clara escritura pianística resultan pueriles en los instrumentos de madera y otros parecen vacíos. El escuerzo gigantesco del gran hombre queda reducido, por obra y gracia del “tour de force” del Sr. Weingartner, en un trabajo banal, de escaso relieve (cuando, desde luego, el hombre de que se trata es Beethoven). Para e1 señor Weingartner es mucha cosa, sin duda, más para Beethoven es harto escasa.
Añádase, para no faltar a la verdad, que, los méritos del Kapellmeister Weingartner, como orquestador de obras propias y ajenas, es perfectamente modesto. Como tantos músicos notables de Alemania, su orquesta es gris, pesada, sucia, fea. Y Beethoven no orquestaba así. Al lado de la Sonata XXIX, la Sinfonía en la pareció ayer un rayo de luz, de claridad, de buena materia orquestal de gran músico, naturalmente, mientras que la orquesta de Weingartner es de una falta de imaginación, de una opacidad que pugna con el esfuerzo cerebral de acomodar a su turbia masa sonora las ideas beethovenianas. Habría otro punto importante por dilucidar, a saber: si los procedimientos de orquestación de ese director traducen o no la gran dinamicidad interna y externa de la Sonata XXIX. La externa está sólo conseguida de un modo discutible, y ya queda bastante indicado por qué. La interna me parece en absoluto fracasada y no merece la pena insistir más. Sólo añadiré que cuando oigan ustedes hablar de esas obras pianísticas que parecen “echar de menos” la orquesta, piensen que eso es lo mejor que puede ocurrírseles”. Adolfo Salazar, “La Sonata XXIX, orquestada por Weingartner. Los conciertos de la Orquesta Filarmónica”, El Sol, 05.11.1927, p. 2.
Adolfo Salazar, “La Filarmónica dedica a Beethoven su primera sesión”, El Sol, 05.11.1927, p. 2.
Véase la nota a pie de página nº 33.
B. [Brezo], “Primer concierto de la Orquesta Filarmónica en el Teatro de la Zarzuela”, La Voz, 05.11.1927, p. 3.
Víctor Espinós, “Los conciertos. La primera sesión de la Orquesta Filarmónica”, La Época, 05.11.1927, p. 1.
A. A. [Ángel Andrada], “Ópera y conciertos”, El Liberal, 05.11.1927, p. 2.
A.M.C., “Los conciertos de la Orquesta Filarmónica,” ABC, 19.11.1927, p. 39.
“Ahora resulta que esta orquesta suena muy bien, que la dirige de modo admirable el maestro Pérez Casas; y que este eminente director tiene “cosas”; cosas propias que se traducen en nuevos efectos sacados al último “Allegro” de la Séptima Sinfonía, de Beethoven, y el “Scherzo” de la Cuarta, de Glazunov. En estos o parecidos términos se expresan no pocos de los oyentes de los conciertos de la Orquesta Filarmónica, por Pérez Casas organizada y dirigida desde hace quince años, en cuyo transcurso ha dado 447 conciertos; 183 de los organizados por el Círculo de Bellas Artes. Pero, en fin, más vale tarde que nunca, para la admirable y popular corporación, y para los que, reflejando sanciones de la inmensa mayoría de los espectadores, hemos sido cronistas sinceros de los grandes éxitos de la Orquesta Filarmónica. Conste, pues, en acta un nuevo triunfo, y de los más completos, para la orquesta y su director, intérpretes inmejorables de Weber, Wagner y Turina, en la primera parte del programa; de Glazunov, en la segunda, y de Debussy y Borodin, en la última. Del malogrado compositor francés fueron interpretadas dos buenas paginas, por lo menos desconocidas en Madrid: Bercéuse heroique, escrita en 1914, como homenaje al Rey de Bélgica, cuando la brutal invasión germana obligó a los soberanos belgas a refugiarse en Dunkerque, y una marcha escocesa. Esta, por su giro y su frase melódica y cantable, gustó mucho. Los a estas alturas descubridores del valer de la Orquesta Filarmónica y su simpático e insigne director, desfilaron cansados de aplaudir y satisfechos plenamente de su descubrimiento”. Anónimo, “Los Conciertos de la Orquesta”, ABC, 03.12.1927, p. 36.
En noviembre de 1927 se programó un segundo ciclo conmemorativo en el Monumental Cinema con la participación del Orfeón de Pamplona (A.M.C.: “El Orfeón Pamplonés y la Misa Solemne de Beethoven”, ABC, 10.11.1927, p. 38).